miércoles, 27 de marzo de 2013

Pudo ser el 6 o el 10


Yo creo que todos los andaluces de una determinada edad nos acordamos magníficamente de la Expo 92 sevillana. Recordamos como se cambió la faz de Sevilla, como surgió la horrible mascota Curro, el puente del Alamillo, el de la Barqueta, como se adecentó la calle Torneo y ese espacio baldío que había en la isla de la Cartuja y del que sólo adivinábamos sus extrañas torres. Más tarde surgieron los pabellones el de Andalucía, el de España con la bicicleta de Indurain, el de Chile con su trozo de glaciar, el de Yugoslavo paralizado por la guerra, y los temáticos como el de Medioambiente o el de los descubrimientos. Pantallas espectaculares o el Palenque musical daban un ambiente especial. Yo, de hecho, fue en varias ocasiones. Estuve incluso días antes de la inauguración en una apertura en pruebas visitando algunos pabellones. En otras fuimos a los espectáculos nocturnos. 

La ciudad de Sevilla se volcaba a una fiesta que duró desde abril hasta octubre. Se hicieron negocios. Una turba de especuladores se hicieron de oro. Todavía recuerdo las noticias de enriquecimiento ilícito raramente probado que venían en el ABC de Sevilla. Lo cierto es que la fiesta que satisfizo especialmente a F. G. y sus acólitos terminó, y lo que tenía que ser un motor se convirtió en una ruina, como casi todo en Andalucía. Los edificios y el espacio que fue hoy viven en un letargo cuando no en una lenta muerte. 

Esa Sevilla de los milagros que no fue como la Barcelona del 92, será la protagonista de la película que vimos anoche: Grupo 7. Estamos en la Sevilla que construye la Expo, aquella que tenía su casco histórico degradado y en donde la droga y sus consumidores pululaban como auténticos zombies. Los “gorrillas” esa especie de impuesto revolucionario que pagamos todos por dejar el coche se acercan a esas fechas. 

Grupo 7 es una película policiaca española de 2012 de género policíaco, dirigida por Alberto Rodríguez Librero y con guión de Rafael Cobos. Esta película que apenas sobrepasa los 90 minutos cuanta con la música de Julio de la Rosa y la fotografía de Alex Catalán. El ayudante de dirección fue Adán Barajas. En la producción de la misma participaron Atípica Films, La Zanfoña, TVE y Canal Sur, aunque la distribución contó con la inestimable participación de la Warner Bros. Pictures Intl. España. 

La historia empieza en 1987, año de infausto recuerdo para mí. Ese año, especialmente ese caluroso verano verá el nacimiento de una unidad policial que tiene como objetivo limpiar de droga las calles del centro de Sevilla en los años previos a la inauguración de la Expo 92. Es el Grupo 7. Sus métodos son poco ortodoxos e incluyen desde lo poco ético hasta lo abiertamente ilegal como las agresiones, que por otro lado siempre se admitieron pero pocas veces se denunciaron. 

El Grupo 7 lo componen: Ángel (Mario Casas), un aspirante a inspector con diabetes; Rafael (Antonio de la Torre), un policía duro y que no tiene reparos en apostar por medios expeditivos, sobre todo condicionado por la muerte por sobredosis de su hermano Pablo; Mateo (Joaquín Núñez), veterano, putero y socarrón, y Miguel (José Manuel Poga) que odio especialmente a las “mariconas” continuamente hace mención a ellos, sospecho que se hartaría en la Alameda de Hércules. 

Ángel está casado y es tremendamente ambicioso. Inicialmente se le presenta como tremendamente respetuoso con las normas, pero un incidente al principio de la película con un traficante y la expeditiva resolución de Paco, le llevan a cambiar de comportamiento. Haciéndose brutal y eficaz a cualquier precio. Entre Ángel y Rafael surgirá una extraña comprensión y terminarán pareciéndose el uno al otro más de lo que hubieran imaginado nunca. Ángel transita, cada vez con más soltura, por el camino de la ambición y de los excesos policiales, mientras que algo en el interior de Rafael se transforma gracias al amor inesperado de la bella y enigmática Lucía. El primero tras un registro policial se queda con una parte de lo incautado y extorsiona a la “camella” Caoba – amante esporádica de Mateo- para que silencie el robo. Igualmente ella pasa a convertirse en “colaboradora” del grupo dando chivatazos. 
Por su parte Paco brutal y sin medida al principio encuentra en una chica la dulzura y poco a poco va derivando hacia actitudes más humanas. El grupo 7 será tremendamente eficaz. En un momento dan su toque de identidad: "Somos el grupo 7, y aquí no vende droga ni Dios!".

Cuando con una red de yonkis chivatos a los que les pasan parte de lo que incautan. Especial relevancia tiene Joaquín, el yonki que es interpretado por Julián Villagrán. Es el principal informador junto con Caoba. Especialmente importante es el intento de frenar el menudeo de droga en la Barriada de “Los Canarios” (¿Pajaritos?). Su actuación allí les dará nombre entre estos marginales, pero estimulará el odio de los demás. De hecho Ángel sufrirá varios atentados conforme su prestigio policial aumenta, pero también las dudas sobre la legalidad de sus actuaciones, que empiezan a ser difundidas por la prensa. 

El juego de traiciones, lealtades y sentimientos se complicará a medida que el Grupo 7 acumula éxitos y condecoraciones. Y del éxito a la duda y de ésta al fracaso profesional y personal. Finalmente el grupo se va a ver sobrepasado por los acontecimientos. 
Ellos intimidarán a una periodista, Marisa Morales, del Diario Sur que está destapando los abusos de esos condecorados agentes que han multiplicado por diez las incautaciones de droga mientras sus jefes apartan la mirada de sus brutales métodos. En una sutil escena, dos tipos se llevan durante unos segundos a su hijo pequeño a la salida del colegio para advertirle, al devolvérselo ileso, de que peligra lo que más quiere si sigue rascando en los bajos fondos policiales. Y un agente antidroga que asiste a la operación masculla: "Y ahora escribe lo que te salga del coño". 

Pero esto es sólo el principio de su fin. Pues se equivocarán en algún registro, Ángel verá como su perro es quemado, al igual que más tarde lo sufrirá Caoba – la amante de Mateo-, o el golpe que sufre Paco al conocer que Lucía es una yonki, la muerte por sobredosis de Lucía le cambiará la vida, etc… Éxitos como el del enorme alijo incautado en una ambulancia, no compensan los desastres debido a las traiciones de sus “chivatos” que lo llevarán a las miserias de una parte de la ciudad. 

Al final, serán juzgados y serán absueltos en los profesional pero no en lo vital. Paco abandona el cuerpo y se marcha su pueblo; Mateo pasa a la unidad del DNI; Miguel se casará pero está enfermo por hepatitis que le ha pegado un mierda en la emboscada; y Ángel le han dado traslado a Málaga. Le dice a Paco que todo va bien, pero lo vemos sin su anillo de boda y con la sensación de que miente. El grupo está disuelto, parece que la amistad también. 
El guionista de la película, Rafael Cobos, afirma que no está "basada en hechos reales, aunque bebe del entorno que nos rodea." Se inspiró en el sumario judicial de un caso de corrupción en la Policía Nacional de Sevilla. 
Los dos personajes principales están inspirados en policías reales miembros del Grupo 10: Ángel (Mario Casas) corresponde a Domingo Delgado mientras que Rafael (Antonio de la Torre) refleja el jefe del grupo, José Robles. Ambos fueron investigados por sus métodos, ingresaron en prisión y finalmente fueron absueltos.
El personaje de Marisa Morales, periodista de Diario del Sur que denuncia los excesos del Grupo 7, está inspirado en la periodista real Rosa María López, de Diario 16 de Andalucía, el único diario realmente independiente que hubo en los ochenta. Esa investigadora de ficción llamada Marisa Morales era en la realidad que la inspira Rosa María López, periodista de 'Diario 16 de Andalucía' que entonces dirigía Francisco Rosell, actual director de El Mundo de Andalucía, y el acoso que sufrió fue peor de lo que sugiere la pantalla. Pero no se calló. Siguió escribiendo, no lo que le salió del coño, sino de su conciencia periodística. Porque «mucho peor que mentir, es silenciar la verdad», dice Rosa. 

Pagó caro su compromiso profesional a la hora de denunciar ésta y otras tramas corruptas de las fuerzas de seguridad: cuenta que tuvo que vivir escoltada tras una llamada al periódico que le advertía de que iba a aparecer en la morgue, que sufrió dos misteriosos intentos de atropello y el lanzamiento de un proyectil que le hizo un corte con siete puntos en el cuello, que la calumniaron desde ámbitos de la Policía y el PSOE diciendo que obtenía la información acostándose con un juez y un comisario y que era cocainómana... Lo peor vino cuando arremetieron contra su hijo, Antonio. Rosa y él cuentan que en 1995 dos guardias civiles y un auxiliar detuvieron ilegalmente al muchacho en la puerta de un bar. Le colocaron unas esposas diciéndole que las había llevado un enfermo de sida, le hicieron un simulacro de pegarle un tiro en la cabeza, amagaron con violarlo con una cucharilla. Al acabar la tortura y soltarlo, uno de ellos, recuerda Antonio, le avisó: «Y dile a tu madre que cierre la boquita». Rosa se lamenta de que la agresión al hijo le provocó a su marido un infarto cerebral que lo dejó paralítico. Dejó la profesión para cuidarlo. El acoso sufrido por López fue, según sus declaraciones, más grave de lo mostrado en la película. 

El director sevillano Alberto Rodríguez y el guionista Rafael Cobos la entrevistaron para documentar 'Grupo 7'. En la realidad, matiza ella, se trataba del Grupo 10 de la Brigada de Seguridad Ciudadana , famoso en Sevilla por sus redadas masivas e indiscriminadas, aunque "en el Grupo 7 auténtico también se produjeron abusos por los que detuvieron a varios agentes". La película no identifica literalmente a los policías reales pero respira autenticidad. Mientras la ve, le asaltan los recuerdos. Esa prostituta y confidente de la pantalla, 'la Caoba', evoca a 'la Chari' que ella conoció. Y el toxicómano Joaquín de la película, que ejerce de chivato del inspector Ángel (Mario Casas) a cambio de dosis de heroína le trae a la memoria al hermano de la Chari: «Un día lo encontraron en los Jardines del Valle con una bolsa de plástico en la cabeza y la cara desfigurada». 
El aviso al final de los títulos de crédito de la película Grupo 7 de que todos los hechos narrados son ficción y cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Pero si bien no existió ese Grupo 7 si hubo en Sevilla, los Grupos 6 y 10 de la Brigada de Seguridad Ciudadana de Sevilla y que sí que recibieron a finales de los ochenta el mismo encargo: limpiar la ciudad de yonquis, camellos y demás maleantes relacionados con el menudeo callejero de droga ante la llegada de la Expo 92, que iba a convertir la capital andaluza en escaparate mundial y a culminar la apertura definitiva del Sur de España al resto del país. 
A cargo de aquel Grupo 10 de la Brigada de Seguridad Ciudadana, también conocido como Grupo X, estuvo José Robles tal y como se nos relata en El Cultural del Diario El País. Hoy tiene 51 años y está jubilado desde hace cinco del Cuerpo Nacional de Policía. Algo que también ratifica Francisco Climent Valladares que hoy tiene 58 años el hombre que aceptó, bajo el mismo encargo del X, liderar el Grupo 6. El director Rodríguez admite que conoció la historia de ambos grupos policiales durante la gestación de la producción. "Nos entrevistamos con otros policías y con periodistas de la época, pero esta película no aborda una realidad concreta. Ni hemos pretendido contar la historia de los grupos 6 y 10. Es una ficción. Lo que sí está reflejado es el ambiente de la calle en aquel momento. Zonas de la ciudad como El Pumarejo o La Alameda eran entonces territorio comanche". 

En la vida real, los Grupos 6 y X de la policía sevillana se emplearon a fondo repartiéndose zonas de la ciudad. La heroína llevaba años corriendo libre por España. "Y toda Sevilla era entonces un punto caliente del narcotráfico", reconocen miembros de ambas unidades. Cada una de ellas estaba integrada por dos docenas de agentes cada una. "Las zonas más conflictivas estaban en los barrios de Torreblanca, las 3.000 viviendas, alguna parte del Polígono de San Pablo y la Alameda en según que rincones". La dura batalla de ambos equipos contra el menudeo cosechó éxitos, estadísticas favorables, condecoraciones y fama local, sobre todo en el caso de las incautaciones llevadas a cabo por el Grupo X. Pero también llegaron las traiciones de confidentes que precipitaron la apertura de un proceso judicial bajo la acusación a varios miembros de formar una supuesta mafia policial que no dudaba en emplear el robo, la tortura y el trapicheo con drogas en sus intervenciones. Varios agentes ingresaron en prisión durante las investigaciones preliminares, incluidos los responsables de los Grupos 6 y X. Todos los acusados fueron exculpados. 
A las órdenes del encargado del Grupo X estuvo Domingo Delgado Pino. Conocido entonces como El cara niño, era el miembro de la unidad que normalmente entraba durante las operaciones en los puntos de venta de droga haciéndose pasar por comprador con un revólver del 38 especial escondido en el pantalón. Delgado recuerda haber tenido 76 lesiones en acto de servicio y recuerda que cuando el Grupo X comenzó sus andanzas se vendía droga impunemente en todas las esquinas de Sevilla. "Nos encargaron acabar con aquello. Pero no hubo carta blanca ni presiones para aumentar las estadísticas. No hacía falta que nos dijeran nada. Sabíamos lo que teníamos que hacer. Y lo hicimos". 

El director de Grupo 7, Alberto Rodríguez, insiste en que toda la película, a pesar de las magistrales dosis de realismo que respira, es una ficción.. A Francisco Climent Valladares, responsable del Grupo 6 de la Brigada de Seguridad Ciudadana, afirma que "Es verdad que algunas operaciones aparentemente sencillas acababan en chivatazo y tuvimos que salir por piernas, tiroteados o esquivando bombonas de gas que caían de los balcones. Pero no hubiéramos dejado que pasara algo así. Es pura ficción". 

Quizá hay algo cierto que sale en la película y en lo que sí coinciden todos los agentes consultados entre quienes durante los años previos a la Expo patrullaron Sevilla con los Grupos 6 y X. Hacia los últimos minutos de metraje, uno de los policías dice: "¿Sabes lo peor de todo? Que yo me lo pasaba muy bien". 
La crítica ha sido unánimemente positiva con la película. Carlos Boyero en el Diario El País señaló que era “Una de las mejores películas españolas que he visto en mucho tiempo" . En Diario La Vanguardia Lluís Bonet Mojica escribe que "El director recrea con gran precisión la característica diferencial del género. Es decir, la ambigua y difusa frontera que suele separar el mal del bien (...) 
En revistas especializadas como Cinemanía y Fotogramas la crítica ha sido igualmente positiva. Carlos Marañón en Cinemanía Dice "Alberto Rodríguez ha hecho el milagro (...) buenos personajes universales pulidos por un guión con soluciones autóctonas perfectas. Encabezados por un inconmensurable Antonio de la Torre (...)M. Torreiro en Fotogramas nos dice que "Rodríguez logra salir airoso gracias a una sólida descripción de ambientes y personajes marginales, además de un toque crítico hacia la institución mucho más áspero de lo habitual y de una dirección de actores que para sí querrían muchos de sus colegas" 
La película ha recibido diversos premios y reconocimientos, algunos nacionales a través de los Goya, otros internacionales. De estos últimos destacamos el reconocimiento que ha tenido la película en el Festival neoyorkino de Tribeca por su fotografía. Sin embargo, el mayor reconocimiento ha sido del público y de los Goya. 

Obtuvo dos Premios Goya, al mejor actor de reparto (Joaquín Núñez) y al mejor actor revelación (Julián Villagrán), pero es que obtuvo 16 nominaciones tales como mejor película, mejor director (Alberto Rodríguez Librero), mejor actor protagonista (Antonio de la Torre), Mejor actriz revelación (Estefanía de los Santos), Mejor guión original (Alberto Rodríguez Librero y Rafael Cobos López) Mejor música original (Julio de la Rosa), Mejor fotografía (Álex Catalán), Mejor montaje (José M. G. Moyano), Mejor dirección artística (Pepe Domínguez del Olmo), Mejor dirección de producción Manuela Ocón, Mejor diseño de vestuario (Fernando García), Mejor maquillaje y peluquería (Yolanda Piña), Mejor sonido (Daniel de Zayas Ramírez, Nacho Royo-Villanova y Pelayo Gutiérrez) y Mejores efectos especiales (Juan Ventura). 
En definitiva estamos ante una gran película por su historia, por su intensa y ágil narración, por las actuaciones de los protagonistas, por su ambientación en los escenarios (sórdidos y marginales), por sus diálogos , por sus buenas referencias a The Wire – con polis buenos o no, y malvados malos o no- . Por las buenas, o por las malas, lo que importa es el resultado. Es precisamente esta falta de moral en la que el fin justifica los medios la base del toque argumental en la que el excelente guión de Rafael Cobos sitúa a cada uno de los fascinantes personajes al borde del abismo. 
Técnicamente, estamos ante una cinta hecha en Andalucía, por andaluces, sino que además con pocos recursos se ha optimizado tanto que el resultado sea un producto espectacular, una gran película de acción. Pero es mucho más que esto. Tiene algunos aspectos temáticos que hacen de ésta una cinta sólida y completa: el recuerdo atormentado y melancólico de un hermano fallecido, la redención de un hombre lacónico, violento y amargado; la imposibilidad de salir del sombrío mundo de las drogas y la marginalidad (visibles en la Caoba y Lucía); la marginalidad, en fin, en la lucha entre la eficacia y el salvajismo, entre la justicia y la venganza, entre el deber y compromiso y el amor y la falsedad.

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